literatura

Fallece Álvaro Mutis

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23/9/2013. El escritor colombiano Álvaro Mutis ha fallecido ayer a los 90 años de edad, en Ciudad de México. Considerado uno de los mejores poetas y narradores de su generación, Mutis fue galardonado con el Premio Cervantes en 2001, así como con el Príncipe de Asturias de las Letras y el Reina Sofía de Poesía en 1997, entre otros premios. Considerado uno de los mejores amigos de Gabriel García Márquez, Mutis será recordado, ante todo, por ser un poeta excepcional y el padre de Maqroll el Gaviero, su creación novelesca más conocida. Sus dos países, el de nacimiento (Colombia) y en el que ha vivido más de medio siglo (México), le rinden honores, como lo hacen en todo el mundo los amantes de la literatura y sus amigos. Algunos de ellos ya no están aquí para poder despedirse de él (como Octavio Paz o Carlos Fuentes), pero García Márquez ha escrito en su cuenta de Twitter poco después del fallecimiento del autor una única palabra: "Mutis". Casa de América ha tenido el honor de contar con la presencia de Álvaro Mutis en varias ocasiones. En 2002 fue el protagonista de la Semana de Autor, y regresó a nuestra institución en 2003 y 2007. Queremos rendirle nuestro particular homenaje con uno de sus poemas, el mismo que nos remitió para la revista de poesía La estafeta del viento en 2002:

Pienso a veces…

Alvaro Mutis

Pienso a veces que ha llegado la hora de callar.

Dejar a un lado las palabras,

las pobres palabras usadas

hasta sus últimos cuerdas,

vejadas una y otra vez

hasta haber perdido

el más leve signo

de su original intención

de nombrar las cosas, los seres,

los paisajes, los ríos

y las efímeras pasiones de los hombres

montados en sus corceles

que atavió la vanidad

antes de recibir la escueta,

la irrebatible lección de la tumba.

 

Siempre los mismos,

gastando las palabras

hasta no poder, siquiera, orar con ellas,

ni exhibir sus deseos

en la parca extensión de sus sueños,

sus mendicantes sueños,

más propicios a la piedad y al olvido

que al vano estertor de la memoria.

 

Las palabras, en fin, cayendo

al pozo sin fondo

donde van a buscarlas

los infatuados tribunos

ávidos de un poder

hecho de sombra y desventura.

 

Inmerso en el silencio,

sumergido en sus aguas tranquilas

de acequia que detiene su curso

y se entrega al inmóvil

sosiego de las lianas,

al imperceptible palpitar de las raíces;

en el silencio, ya lo dijo Rimbaud,

ha de morar el poema,

el único posible ya,

labrado en los abismos

en donde todo lo nombrado

perdió hace mucho tiempo

la menor ocasión de subsistir,

de instaurar su estéril mentira

tejida en la rala trama de las palabras

que giran sin sosiego en el vacío

donde van a perderse

las necias tareas de los hombres.

Pienso a veces que ha llegado la hora de callar,

pero el silencio sería entonces

un premio desmedido,

una gracia inefable

que no creo haber ganado todavía.

 

 

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