La cultura, el diseño, el arte, todo está en la calle.
México
Fotos de: Julie Sopetrán
Pasear por las calles de México es sentir con el alma de sus gentes. Es ver, palpar con los cinco sentidos todo el encanto de la ciudad, pueblo o entorno. Ese espacio urbano lineal que es la calle se transforma en algo familiar, algo que ofrece el ambiente que es el que caracteriza a un pueblo. Esa circulación de personas, vehículos, tiendas ambulantes, edificios, solares, puertas, balcones que se encuentran a ambos lados tiene una longitud y amplitud indefinida. Pero nada sería sin sus gentes.
Ese cruce de calles, esa plaza, esa “cuadra” por caminar, ese parque urbano, ese monumento, esa farola, museo, fuente central, entorno, ese número que buscas, esa iglesia, la calle no tiene final, no tiene límite con el campo, porque te sientes envuelta en sus mil maneras de ser y estar con sus habitantes.
Las calles han crecido en el camino, así se han formado los caseríos, los pueblos, las ciudades. La calle en México es el soporte de toda actividad. Ves gente que va al trabajo, a casa, a comprar, niños que van a la escuela, gente que camina, espacios abiertos para el encuentro, para conversar, terrazas para tomar algo con los amigos, balcones abiertos con personas que se asoman y conversan con los vecinos, abuelos que pasean, jóvenes que se divierten, limpiabotas que esperan a sus clientes…
Hasta los mismos pájaros encuentran su árbol en esas avenidas anchas de Jalisco, Puebla, Morelia, Oaxaca, Cuernavaca… En la más sencilla calle de cualquier pueblo de México que concluye en el zócalo de la ciudad, allí todo pasa: una procesión, un desfile, una feria, un mercadillo, una fiesta, un cumpleaños, una boda, un turista despistado, un comercio que nos invita a entrar desde el escaparate…
La cultura, el diseño, el arte, todo está en la calle. Es en la calle donde encuentras la música, la danza, la expectación del transeúnte más estrafalario o del más elegante. También en la calle se encuentran las protestas del que no está conforme con el sistema. El loco que expresa su religión a voz en grito. Tantas y tantas expresiones como modos de ser y de pensar existen en esta humanidad que se realiza en los espacios públicos. Expresiones que podemos contemplarlas a plena luz del sol en las calles de cualquier ciudad mexicana. Incluso la pobreza y la riqueza se manifiestan espontáneamente si observamos nuestras maneras sentados en un banco viendo pasar la gente…
En México y en todas las partes del mundo, observando las calles podemos saber cómo es y cómo respira un país. Porque la calle también es un escenario de conductas, donde se manifiestan las buenas y las malas obras. Los ladrones están en la calle. La violencia también está en la calle. La calle es un refugio y un escape. ¿Y qué haría un periódico sin una calle? Porque la calle es también el centro de las comunicaciones.
La vida en México tiene un doble sentido, una dimensión etérea, humana, que la convierte en culto, en esencia de costumbres. Y sus costumbres están también en la calle. En la calle que va al cementerio, en la calle que va al mercado, en la calle donde se oye la música, donde se respira el silencio. Sus ritos nos envuelven, su magia nos cautiva, su semblanza nos une y nos empuja al ambiente más variado.
Sus calles son históricas porque en ellas se ha vivido y se ha muerto por la revolución, por los ideales. Caminar por cualquier calle de México es como teñirse de colores para conocer lo trascendente. Lo que merece la pena imprimir en nuestra memoria de viaje. Nunca me he sentido sola en México. Gentes, paisajes, monumentos, puertas que se abren para sentir el abrazo de América, para comprender a sus dioses y sobre todo sus grandes misterios. Porque el alma de México, cuando caminas por sus calles, te lleva de la mano al más fiero y al más dulce de sus hechizos.
Es necesario viajar para ver, para sentir otra historia muy distinta a la que nos enseñaron. Es necesario caminar sus calles y salir a sus caminos, conocer mejor el mestizaje, abrazar al indígena que vive en armonía con la naturaleza, aprender de su día a día y apreciar aquello que nadie puede conquistar como es lo más auténtico de un pueblo, su acervo, su saber, su conocimiento, su folclore, su filosofía.
Revivir instantes es reconquistar la magia. La instantánea no pasa por el filtro casualmente, antes de que esto suceda existe la vivencia, la inspiración, el capricho en la mirada. Señal o fábula, lo importante es captar el sentido, la primicia, la fuerza y el poder de lo que está en las calles, de lo que existe ante nuestros ojos: esa frágil y cambiante imagen del momento, que también, por arte de magia, podemos retener y, ahora, compartir.
Las calles de México son una muestra viva y activa de grandes contenidos históricos, literarios, humanos, que cercan y acercan, pero también, a la vez, liberan el espíritu. Porque son contenidos de la interioridad y el enclave. Estas calles enriquecen mi espíritu, invito a la experiencia, al detalle para que hagas más cercana esa vida en México.
Hoy aproximo mi lente a tu curiosidad, amigo lector, en este artículo muestro distintos aspectos de su vida, de sus calles que hablan por sí solas de la actividad y confluencia de gentes, actividades, vehículos, momentos… Algunas fotos fueron tomadas hace años, otras son más actuales.
Dicen que la leyenda es aquello que debe ser leído, yo no puedo darte a leer cada leyenda de cada calle visitada, pero sí de aquello insignificante que capté para dártelo. Te aseguro que cada rincón es una enciclopedia de anécdotas, de vidas, de entramados, de historias completas e incompletas. Espero que la imagen cautive tu imaginación y te lleve una muestra de la vida en México. A la vez te invito a visitar este gran país.