Nacido en Buenos Aires en 1952 (Vive en Madrid desde 1978). Realizó tareas docentes en cine, dando cursos para adolescentes en la Universidad de Buenos Aires. En 1977 realizó estudios de cine en París, en la escuela “Louis Lumière” del Sindicato de la Industria del Cine. Fotógrafo de prensa entre 1978 y 1982, como corresponsal en Europa de Editorial Atlántida de Argentina. A partir de 1982, es Director de fotografía en Kotler, James y Asociados, empresa de producciones audiovisuales, y luego de KONIC Audiovisuals (Barcelona). En el año 2000 crea su propia Empresa de Producciones Audiovisuales: La Nave.           El primer trabajo de esta etapa (Museo “Casa Natal de Cervantes, en Alcalá de Henares, y aún en funcionamiento)  gana el primer premio audiovisual ASIMELEC, en el Festival realizado en el Palacio de Congresos de Valladolid. En todo este tiempo, realizó una gran cantidad de proyectos Audiovisuales e Instalaciones para Museos, Exposiciones, y diferentes de Organismos Oficiales. Igualmente, muchos de sus trabajos están operativos actualmente en varios Museos y Centros de Interpretación. En la actualidad desempeña paralelamente tareas docentes, en grupos de cámara para actores, continuando su actividad fotográfica personal con exposiciones en Madrid, Oslo, París y Buenos Aires. Ultimas Exposiciones (2015-2018):  - Galería del Fondo Internacional de las Artes, Madrid. (FIART). - Café Comercial de Madrid. - Centro Cultural Galileo, del Ayuntamiento de Madrid. - Centro Sefarad-Israel, del Ministerio de Asuntos Exteriores Español. - Café Mestizo, Oslo, Noruega. - Galería Ronda Barcelona (Diciembre de 2017). - Centro Cultural Galileo, Sala José Luis Sampedro. (Del 17 de enero al 15 de febrero de 2018)

La mirada de Néstor Chprintzer Es función de la fotografía, hacer que lo cotidiano se transforme en significativo, lo obvio en asombro, lo evidente en llamativo, lo usual en singular, lo circunstancial en terreno para la reflexión y el interrogante. Haciendo eco a las palabras de Walter Benjamin: "Poco importa no saber orientarse en las ciudades. Pero perderse en ellas, como quien se pierde en el bosque, requiere un aprendizaje". En este camino de errancia, la cámara se convierte en un instrumento especular, un testigo de lo que deberíamos ver si miramos con atención. ¿Son cuerpos, sustancias o accidentes, sombras o certezas? ¿Son generadas a cada instante por la mirada, el movimiento o la presencia de quien las contempla, (como se decía de los ángeles que, según el Talmud, cantan loas a Dios y de inmediato se hunden en la nada)? Los mismos sujetos retratados tienen formas fantasmagóricas (de tan reales), hijos de un gesto fugaz y elocuente, y de una visión a veces testimonial, a veces sin escrúpulos, casi siniestra de puro implacable, y a veces tierna como cuando se mira la vida deseando hacerla habitable. Un espejo es el lugar en el que descubrimos que tenemos una imagen y, a la vez, que ésta puede ser separada de nosotros, que su esencia no nos pertenece. No puedo dejar de señalarlo: entre la percepción de la imagen y el reconocerse en ella, existe un intervalo que los poetas medievales llamaban amor: la experiencia asombrosa donde la imagen es, y no es nuestra imagen. Esta exposición abarca viajes cotidianos, sin expectativas previas, más allá de la siempre pertinente capacidad de asombro: viajes con un espejo en la mano que se mueve más por imperativos inconscientes que por premeditados enfoques voluntarios, o azarosos. Y es en segundo lugar, el desafío de imaginar un paisaje, un entorno natural donde los “habitantes” se reconozcan, como quien ha vuelto a casa. En un mundo, en una civilización, que está habitada por los enigmas y las insensateces, algunos seres excepcionales se emancipan de una realidad sórdida y enfrentan los problemas sin escabullirse, intentan dar pruebas veraces a los grandes interrogantes que nos aquejan, seres excepcionales, nos ponen frente a las certidumbres y los rituales de un realismo descarnado y simultáneamente, a los alivios que una armonía de conjunto puede regalarnos, ante el desafío y el drama de estar en la tierra. Estamos hablando de un artista, Néstor Chprintzer que apuesta por una existencia sin complacencia ni autosatisfacción inflada, en fin. una conciencia inquieta e inquietante que nos enrostra - lo queramos o no- en la miseria y la grandeza de un privilegio que se viste de concentración intelectual y sensibilidad prójima, algo que -como diría Gustavo Dessal- es necesario para vivir en sociedad pero que a la vez oculta una crueldad secreta y oscura.

Arnoldo Liberman, Revista Raíces.