Dirección: Catalina Razzini.
Producción: Pucara Films (Bolivia).
Coproducción: Creta Producciones (España).
Producción asociada: Autentika Films (Alemania).
Productora: Paola Gosalvez.
Guion:  Catalina Razzini.
Fotografía: Santiago Racaj.
Dirección de arte: Maite Tarilonte.
Montaje: Fernando Epstein.
Sonido: José Luis Alcaine.
Intérpretes: Luis Aduviri, Karina Paco, Katerine Choque Huanca, María Belén Callisaya.

Realizada con la financiación del Programa Ibermedia, Brot für die Welt, Adecine (Agencia del Desarrollo y Audiovisual Boliviano), el MPD (Ministerio de Planificación del Desarrollo de Bolivia) y con la participación de RTVE. 

Catalina Razzini (La Paz, 1984)

Directora y guionista.

Máster en Dirección de Cine por la escuela TAI de Madrid, es licenciada en Dirección de Cine por la Universidad Católica Boliviana y egresada de la carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés. Ha trabajado en distintas áreas del audiovisual como ayudante de dirección, script, directora de casting y productora. Ha escrito, dirigido y producido cortometrajes de ficción, documentales y videoclips, además de haber ejercido como docente en la Escuela de Cinematografía Andina y en la Escuela de Cine y Audiovisual de La Paz. Cuidando al sol es su primer largometraje.

Miguel Ángel Hoyos Alarte (España). 

Licenciado en periodismo por la Universidad Politécnica de Valencia, lleva más de veinte años trabajando en Radio Televisión Española. 

Ha sido responsable de la edición del Telediario Fin de Semana, donde ha coordinado también las secciones de Sociedad y Cultura. Ha formado parte del equipo de edición del TD1, ha sido jefe de Informativos de TVE en Castilla-La Mancha y en la actualidad es subdirector del programa "El Ojo Crítico" de RNE, programa diario de información cultural referente de la radio española. 

Desde hace más de diez años forma parte del equipo del programa de música de RNE “Abierto hasta las 2”.

Además, es profesor en el máster de periodismo de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, en el Máster de Periodismo y Creatividad de la Universidad Autónoma de Barcelona, y profesor colaborador en la UCLM

(Universidad de Castilla-La Mancha).  

Es autor de los poemarios Muertos leves y El sentido infalible de Pierre Menard y del libro de relatos Pues anda que tú.

La Isla del Sol, en La Paz, Bolivia, es mi lugar favorito en el mundo. Quizá porque amo los recuerdos de esa luz única que proviene del estar más cerca del sol. Esa luz de invierno donde el enorme sol es el protagonista principal de cada uno de los días. Esa luz que hace que los habitantes de la Isla sean tan distintos y que- aunque sea por unos breves momentos– nos sumerge en una atmósfera de tranquilidad. En un hermetismo misterioso y una quietud que crea la sensación de que el sol me cuida mientras recorre un cielo profundamente azul sin una sola nube. Los colores de la isla son fríos y áridos. El negro agudo del agua del lago Titicaca y el verde intenso de la totora sobre él, me sitúan en el centro de un universo inmortal, poderoso, rodeado de agua y en el que sólo se escucha lo que el viento quiere traer.

En uno de esos viajes sensoriales que hice a la Isla tuve un hermoso encuentro con dos niñas que son las inspiradoras de Lucía y Maribel. Dos niñas de mirada dulce y sabia, de una alegría contagiosa y una profunda concentración en cada acto que realizan, como si fueran los más importantes de sus vidas. Niñas que llevan en sus pequeñas espaldas una fuerte carga de nostalgia contagiosa que hace que respire una profunda desolación, donde nuestras historias se trenzan, creciendo por cuenta propia, sin saber responder a casi nada según lo esperado por quien sea. Eso es lo que hace que seamos, desde tan chicas, mujeres capaces de tomar las riendas de nuestras propias vidas, algunas a edad más temprana que otras, siendo independientes, poderosas y determinadas. Es entonces que me veo en la obligación de contar esta historia desde esa única mirada. Se trata, sobre todo, de contar la historia del mundo de las niñas, un mundo de infancia y nostalgia absoluta. Un mundo de tiempo presente, sin más.

Siempre se pone la mirada en lo que se espera. Cuidando al sol la pone más bien en quien espera y en cómo se vive esa espera. En aquello que construye para hacer de ella el motivo de la vida. No por el deseo que la espera concluya, sino porque esta entrega es un propósito de vida. Por eso es que escribí Cuidando al sol. Por la necesidad de poner cuerpo a todas mis despedidas y porque creo que la mejor manera de callar nuestras angustias es enfrentándolas. Materializar toda esta carga de sentimiento profundo en la Isla, con su viento y sus rebuznos, sensaciones, luces plenas y texturas antiguas. Cuidando al sol se ha convertido en mi propia obsesión, en mi espera y en la forma que tengo de enfrentar al mundo.