Cuatro poemas de Juan Gelman
Cábalas
A ver si la húmeda yerba
te deshace de furias
con un silbo de paso. Los rostros
que supieron y callaron
noticias del horror,
tan alimento de sí mismos,
reman en aguas secas.
Tienen sabor a hueso, usan
almas prestadas, parecen
restos cansados de la indignidad.
Detrás de su agonía
hay un dedo que nunca se levanta.
Se comen los guiñapos
de su reloj central.
El muro
La mujer embarazada que pasa
con su carga sucesiva y
palabras a lo que será
viene del muro donde
lo que une separa.
Allí está escrito
que la pregunta es un ritmo en el alma
y el vacío se vacía de
la imperfección de los viejos lenguajes.
¿Dónde se alza la amistad
de la humedad con el ser que despierta?
El horizonte engaña a los
que hablan con los ojos tapados
por sangre que haya.
Hay mundos raros sin techo
para el que no sabió.
Sé
A Mara
El mar que nos separa de la vida a la vida es este aire delgado donde la boca no se oye y se vuelve tierra. Es tan difícil poseer la noche sola de vos. La unión/ en la que el todavía es alma/ conoce el dominio del soplo que va de amor a amor y canta lo que sabe cantar. Los que calumnian a la vida no tienen la pasión del temor/el humilde furor robado a la tiniebla que cubre los manteles donde se enfría la sopa del tiempo. Fortaleza del cuello inclinado sobre los desgarrones de uno mismo. Vigilan a la noche que calla porque tiene derecho a negar.
Restaurantes
Las telarañas del tiempo atrapan sueños de mi pasado y hacen su pasado así. En el falso restaurante chino de México, D.F., recibo golpes de lo que fue, sus agujeros llenos de predicciones que me galopan el final. Allí hay rostros ilegibles, se pone gris lo atrás dejado y el alma poco a poco se mira en un puñado de aire delgado y soledad. Astros que caen en la mesa y no se pueden comer. El vino espía tormentos del adiós y junio es una calle larga con un perro que ladra preguntas
literatura