Tres miradas a Octavio Paz (1914-2014)
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23/04/2014. Tres poetas se aproximan a la figura de Octavio Paz y ofrecerán -a lo largo de veinte minutos cada uno en formato T+- su particular visión de la obra del gran poeta. La actividad se enmarca dentro del ciclo 'Premios Nobel Americanos', en La Noche de los Libros.
Temas y participantes:
-Octavio Paz: Cómo hacer que tus maestros te lean, por Jordi Doce.
-Octavio Paz y la imagen, por Alain-Paul Mallard.
-No hay poeta sin pensador: Vivencia de Octavio Paz, por Luis Antonio de Villena.
Coorganizado por Embajada de México en España; Instituto de México en España; Instituto Cervantes; Centro de Estudios Mexicanos; y UNAM España.
Advenimiento del instante
el acto
el movimiento en que se esculpe
y se deshace el ser entero
Conciencia y manos para asir el tiempo
soy una historia
una memoria que se inventa
Nunca estoy solo
hablo siempre contigo
hablas siempre conmigo
A obscuras voy y planto signos
Vrindaban, Ladera este
Octavio Paz
El de Octavio Paz es uno de los casos más singulares de las letras hispánicas por su vocación de conciliar tradiciones literarias, artísticas y de pensamiento de muy diversas culturas —europeas, americanas y orientales—, una vocación universalista de la experiencia literaria y la reflexión, iluminada por una incansable pasión crítica.
«La escritura apasionada de amplios horizontes, caracterizada por su inteligencia sensual e integridad humanista», que reconoció la academia sueca con la concesión del premio Nobel en 1990, fue reiterada por Claude Lévi-Strauss a la muerte de Octavio Paz en 1998: «Todas las diversidades del mundo, desde las más antiguas hasta las más recientes, ponían en movimiento el pensamiento de Octavio Paz. Dotado de un saber enciclopédico, de una sensibilidad estética, de una conciencia moral siempre alerta, su reflexión las enriquecía, les otorgaba nuevas dimensiones».
La poesía es el centro irradiador absoluto de toda su obra y actividad pública. Una poesía de celebración y conocimiento que se interroga e interroga. Su actividad como intelectual —la del escritor que ejerce influencia sobre las cosas públicas— es inconcebible sin ella, pues compuesta en soledad, la palabra poética, aún si el poeta no se lo propone, afirmó alguna vez, es siempre disidente.
Como intelectual alejado de todo gregarismo y en continua interpelación, su soledad de rebelde mesurado se volcó siempre en la comunidad del solidario: Octavio Paz fue lúcido y firme opositor a todos los totalitarismos de Estado —de izquierdas o de derechas— y agudo censor de los excesos del capitalismo. Que toda gran obra es subversiva es lo que pretende reafirmar este programa conmemorativo del centenario de su nacimiento.
Octavio Paz, cuya madre era hija de españoles, mantuvo un estrecho vínculo literario e intelectual con España, no solo desde las influyentes lecturas juveniles de poetas y pensadores de las dos fundamentales generaciones que también fueron puertas a la modernidad en México, como Valle-Inclán, J. R. Jiménez, Ortega, Guillén, Zambrano, Alberti, Buñuel o Cernuda, con algunos de los cuales posteriormente entablaría admirativa amistad o muy encendidos debates, sino activamente con su precoz asistencia en 1937 al Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura, invitado por Pablo Neruda, en una Valencia en plena Guerra Civil. Aquella experiencia fundamental dio inicio al paulatino distanciamiento de sus primeras convicciones políticas y sobre todo alteraría su juicio moral, pues fue en esa contienda donde descubrió la fraternidad, que nuestro enemigo también es humano. Al volver a México defendió desde la escritura la causa de la República y publicó en su revista Taller a buena parte de los escritores españoles del exilio y de Hora de España.
Este empeño de escuchar a los otros con atención crítica continuó cuando Octavio Paz propuso a José Bergamín en 1940 la edición de una antología de poesía única hasta entonces, y que a la postre se revelaría histórica y polémica, pues recogía con amplitud y rigor a poetas de las dos orillas de la lengua. Coeditada con Emilio Prados, Juan Gil-Albert y Xavier Villaurrutia, Laurel marcó un hito en la historia de la poesía del idioma. Casi medio siglo después, y desde el brazo editorial de Vuelta en México, gracias a la iniciativa de Eduardo Milán y de Andrés Sánchez Robayna, el ejemplo de Laurel buscó una explícita prolongación que llegó finalmente a término en España con la publicación de otra antología, coeditada con José Ángel Valente y Blanca Varela, que reunía de nuevo a poetas de ambas orillas. Ni Paz ni Valente pudieron ver publicada Las ínsulas extrañas en 2002, una compilación igualmente histórica y polémica. Una y otra revelan la sostenida influencia del pensamiento crítico de Paz en la obra de muchos poetas españoles modernos. «El español es un idioma transatlántico», dijo en 1968, para añadir: «Tal vez, pronto reanudaremos el diálogo polémico, el diálogo del mutuo reconocimiento».
Desde aquellos años cuarenta ese diálogo, esa escucha, no hizo más que ahondarse a lo largo de los decenios, y hasta su muerte, con escritores, pensadores y poetas de varias generaciones como José Moreno Villa, Cristóbal Serra, Joan Brossa, Francisco Nieva, Fernando Arrabal, Juan Goytisolo, José Ángel Valente, Juan Antonio Masoliver, Julián Ríos, José Miguel Ullán, Pere Gimferrer, Fernando Savater o César Antonio Molina. Y las palabras y las ideas se vieron iluminadas en la compartida y fructífera mirada de pintores como Joan Miró, Antoni Tàpies, Eduardo Arroyo o Frederic Amat, por no mencionar la amistad con los poetas Ramón Xirau o Gerardo Deniz, y el narrador José de la Colina, quienes en la infancia se vieron exiliados en México.
Un diálogo siempre atento y vivaz, cuando sostenía, por ejemplo, que era preciso destacar un rasgo ejemplar y precioso de la transición española para todos los hispanoamericanos: la defensa de la necesaria diversidad de las culturas hispánicas en la península desde el diálogo y la crítica, pues toda oposición es complementaria e implica comunicación. El vínculo con España no se interrumpiría. Muchas de sus obras fueron publicadas en la editorial Seix Barral, aquí recibió el premio Cervantes en 1981, el Príncipe de Asturias a la revista Vuelta en 1993, y aquí publicaría por primera vez su Obra Completa en Círculo de Lectores.
Octavio Paz nació el 31 de marzo de 1914 en Mixcoac, pueblo que es en la actualidad un barrio de la ciudad de México. Escritor precoz, muy pronto destaca en el mundo literario mexicano. En 1937 participa en Valencia en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. A su regreso a México, en 1938, colabora en la fundación de Taller, revista que señalaba la aparición en México de una nueva generación de escritores y de una nueva sensibilidad literaria. En 1943 se traslada a Estados Unidos, donde se sumerge en la poesía de las vanguardias angloamericanas.
En 1945, ingresa en el servicio diplomático de México y es destinado a París, donde consolida su relación con André Breton y Benjamin Péret, entre otros poetas del movimiento surrealista. En 1962 es nombrado embajador en la India: hito importante en la vida y en la obra del poeta, presente en El mono gramático y Ladera este. En 1968 dimite de su cargo como protesta por la represión de las manifestaciones estudiantiles en la Plaza de Tlatelolco en México. Desde entonces, Paz se dedica a su obra y funda dos importantes revistas: Plural (1971-1976) y Vuelta (1976-1998), en las que pretende crear y potenciar, dentro del mundo cultural mexicano y americano, un espíritu plural y universal, dando así cabida a la poesía, la crítica literaria y la reflexión filosófica, política y social. Paz cultivó con igual acierto e intensidad la poesía y el ensayo.
Además de la poesía reunida en sus Obras Completas (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores en España y Fondo de Cultura Económica en América), destacan sus poéticas El arco y la lira, Los hijos del limo y La otra voz; su fundamental estudio Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe; Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, Vislumbres de la India y La llama doble. Amor y erotismo. Su obra es un complejo diálogo entre la reflexión y la creación, a través del cual cumple cabalmente uno de sus principios más preciados: «La pasión ha de ser lúcida». Entre muchos otros reconocimientos, Octavio Paz recibió el premio Cervantes en 1981, el Nobel en 1990 y el Príncipe de Asturias a la revista Vuelta en 1993. Murió en la ciudad de México el 19 de abril de 1998.
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