Nuevos encuentros y reflexiones en la arquitectura iberoamericana (1992-2017)
Ramón Gutiérrez
Por Ramón Gutiérrez, arquitecto
1.-La crisis del Movimiento Moderno En los años 80 la crisis del ideario del Movimiento Moderno en arquitectura, o si se prefiere la errática acción de quienes decían aplicar ese ideario, llevaron a un estado de ánimo expresado por el desencanto de un mundo cultural y social cuyos objetivos movilizadores se habían vaciado de contenido. La utopía vanguardista, el compromiso transformador de la sociedad y los valores estimulantes habían sido desplazados del espacio propositivo y abierto las compuertas del “vale todo”. En este contexto la década del 90 marcó en muchos países de América el abandono de la acción pública en la arquitectura, exactamente el camino contrario al que se habría de emprender en España y Portugal que jerarquizaron su arquitectura a nivel internacional mediante obras seleccionadas por concurso y bajo acción estatal. En América hubo casos de desaparición de los Ministerios de Obras Públicas y de sus oficinas técnicas, de organismos ejecutivos del estado, y de transferencia de sus recursos a los sectores privados. La teoría era que el Estado actuaba mal y que mejor lo haría el capital privado. Así muchas ciudades fueron concebidas como espacios privilegiados de negocios, favoreciendo la concentración de la alta rentabilidad y eludiendo las preocupaciones y responsabilidades acerca del bien común. Fueron también tiempos de grandes transformaciones urbanas con obsolescencias decretadas de áreas portuarias, fabriles y ferroviarias y transferencias de tierras públicas a la especulación privada como sucedería en Puerto Madero en Buenos Aires. La construcción de ciudad “moderna” por mera agregación y sin regulaciones adecuadas se vislumbraba en la puja de grandes obras arquitectónicas concebidas como “monumentos” artísticos, autónomos y en competencia. La arquitectura solía desprenderse del compromiso con el contexto ambiental, paisajístico, social y cultural atendiendo a la rentabilidad económica y al prestigio del autor profesional. Podemos vislumbrar las consecuencias de estas políticas en el paisaje urbano de las torres edificadas de la ciudad de Panamá. Un horizonte sin límites razonables que también se reitera en las transformaciones urbanas de Santiago de Chile, en la zona de Santa Fe en México y en otros enclaves. Con la crisis del Movimiento Moderno la prédica de los antiguos Maestros quedó menguada y, sobre todo, quedaron desarticulados los espíritus de certezas. La ilusión de que las nuevas tecnologías abrirían caminos diferentes rompió los disciplinados intentos de una ortodoxia modernista. Así, el “vale todo”, se impuso como parte del pensamiento posmodernista. Si comparamos la Ciudad Universitaria de México de mediados del siglo con el Centro Nacional de las Artes donde actúan Ricardo Legorreta (1931-2011), Teodoro González de León (1926-2016), Enrique Norten (1954) y otros calificados arquitectos, veremos que entre las pérdidas de valores se vislumbran las diferencias entre la antigua visión integradora y la simple sumatoria de arquitecturas en competencia. Lo propio le sucede al Memorial de América Latina de Oscar Niemeyer (1907-2012) en San Pablo, una obra que ya preanunciaba la limitación a las opciones formalistas de la última fase de las obras del arquitecto desde Niterói a Avilés.exposiciones
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