Variaciones en torno al tema del imaginario sonoro latinoamericano
José María Vitier
Por José María Vitier, músico
Sinopsis Esta Latinoamérica musical, expuesta, vulnerable, polifónica, exportadora e importadora de sí misma, emigrante y arraigada, que resistió el choque brutal de las civilizaciones, el despojo y el coloniaje de siglos, ha sabido encontrar siempre respuestas creadoras a las preguntas de su destino. En estos últimos 25 años también su quehacer musical se ha enfrentado a los embates de la post-modernidad y al efecto de importantes cambios en el modelo de producción y consumo de la música. El artículo propone un acercamiento a ciertos aspectos del devenir musical en Latinoamérica. Partiendo de un breve recuento de las raíces e influencias que lo condicionan históricamente, el autor expone sus puntos de vista de cara a los retos que enfrenta uno de los territorios más ricos y promisorios de la creación musical contemporánea. Preámbulo Una reseña siquiera someramente abarcadora, de un proceso tan vasto y variopinto como el de la música latinoamericana, incluso solo referida al devenir de los últimos veinticinco años, puede resultar un empeño incompatible con la necesaria brevedad de un artículo como el que gentilmente me ha encomendado la Casa de América, en el marco de la merecida celebración de su primer cuarto de siglo. Intentaré dar mis impresiones personales sobre un tema al que me acerco esencialmente desde el amor a mi profesión. Antes de entrar de lleno en el asunto que será objeto de estas consideraciones, creo oportuno comenzar con una rápida mirada a los orígenes, (solo por afinar el tono y la armadura de clave de estas notas). I Han pasado ya más de cinco siglos y todavía no se extingue el eco de ese escueto comentario cargado de premonición, marcado el martes 9 de octubre de 1492 en el diario de Cristóbal Colón: “Toda la noche oyeron pasar pájaros”. Así que fue el sonido la primera señal sensorial que registró el encuentro entre las dos mitades del mundo. Un descubrimiento sonoro, anticipó el descubrimiento visual. El sonido de la naturaleza de un Nuevo Mundo recibía a los visitantes con el canto de sus pájaros, que han de haber sido reconocidos como un signo jubiloso de esperanza. Luego escucharían los sonajeros, los caracoles, los troncos ahuecados, las flautas de hueso o de barro, sonidos todavía apegados a los latidos y ciclos de la naturaleza; asociados a las ceremonias, los festejos, las cosechas, los dioses, los amores. España desembarcaba sus cordófonos pulsados o frotados, sus cantos profanos y sagrados, sus idiomas (su latín solemne, su castellano culto y popular), su civilización y su barbarie. Solo unas décadas después, otro descubrimiento descomunal y trágico, vendría a completar el mosaico de nuestros orígenes. En sucesivas oleadas, hacinados y apenas sobrevivientes, millares de seres humanos, reyes y siervos confundidos en las mismas cadenas, salían, por primera vez de la bodega de los barcos negreros, luego de un viaje atroz, a descubrir el nuevo mundo feroz y maravilloso al que estaban condenados. Quizás reconocieron también el canto de los pájaros mezclado al restallar de los látigos. Despojados de todo, solo traían consigo la memoria de sus antepasados y la sabiduría de los ritmos del diálogo con sus dioses que habrían de conservar a toda costa, porque era su modo de mantener viva la esperanza de seguir siendo hombres. Como el inmenso escenario de una puesta en escena trágica y fascinante, América fue testigo y protagonista del apogeo y posterior declive de imperios europeos, (español, portugués, inglés), de la extinción de civilizaciones originarias (azteca, maya, inca) y del desmembramiento de reinos africanos arrancados de sus raíces (yoruba, bantú, mandinga). La música estuvo siempre, desde el principio, como un telón de fondo, sustentando tramas y subtramas, pero lentamente fue alcanzando un protagonismo, una entidad reconocible, y, finalmente, una visibilidad que trascendía sus marcos geográficos.exposiciones
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